Durante los últimos diez años, Jeremías Gamboa ha lidiado con la escritura de su tercera novela y una pregunta repetida por sus lectores: ¿cuándo la publicaría? En el 2020, la primera versión llegó a tener 2300 páginas, muchas de ellas “muy malas” o de facilitación, las que “ayudan a llegar a las buenas”. Luego de publicar “Animales luminosos” tocó enfrentarse a un endemoniado proceso de edición que redujo la historia a 1200 folios y una revisión de la editorial que puso en librerías una poderosa novela de 976 páginas.
Pero “El principio del mundo” es más que números, es la confirmación de Gamboa como un escritor que apunta a construir una obra antes que la supervivencia editorial. Se suma a la breve lista de narradores peruanos que con toda libertad pueden revivir la frase de Tom Bower sobre la escritura de la primera versión: “Cagar la gran piedra”. En conversación con Infobae Perú, Gamboa ríe al recordar lo dicho por el escritor británico y rememorar los días en que estuvo frente al documento Word que lo llevó “al borde de la locura”, aunque la voz cambia cuando es momento de hablar de los lectores más despiadados y aquellos que no llegaron a tener este libro entre sus manos.

– Si Mario Vargas Llosa y Carmen Balcells fueron lectores clave de “Contarlo todo”, ¿Quiénes lo fueron para esta novela?
Jerónimo Pimentel acompañó el proceso todo estos años y me alentó. Pilar Reyes, la directora editorial de Penguin Random House, siempre ha tenido un interés especial por mi trabajo y, de hecho, el título de este libro aparece de una conversación con ella. El título era “Las aulas celestes”, pero ella decía que le faltaba aludir al asunto materno. Nos despedimos luego de un Hay Festival, pasaron unas horas y le mencioné por Whatsapp “El principio del mundo”. A partir de ahí el título no se modificó.
– ¿Nunca te animaste a enviarle el manuscrito de tu nueva novela a Mario?
No porque perdimos contacto cuando se fue a España y cuando volvió ya había abandonado sus columnas y se había retirado. Yo no tenía la novela, recién he tenido la versión final en marzo de 2025 y él falleció mientras yo estaba terminando. Me hubiese encantado que en sus facultades, hace dos o tres años, hubiera leído el libro. Hay varios lectores que perdí, sabía que Carmen Balcells no podría leer el libro, me apena que Claudio López, el editor de “Contarlo todo”, no lo lea y me entristece que Mario y mi madre no lo lean, ella sabía de este libro, le leí fragmentos mientras entraba en agonía, con ella viajé a Ayacucho, la entrevisté para reproducir su historia en la novela y al final llega esa ironía, ¿no?
– ¿Cómo entrevista uno a su madre sin que se cuide de lo que va a decir?
Mis papás no han tenido una honra, una imagen pública o un apellido que cuidar. A ellos no les afecta el qué dirán, son dos personas migrantes en un barrio obrero, así que estaban dispuestos a contarlo todo. Para ella fue como una terapia saber que su hijo estaba interesado en su historia y que, además, quería contarla. En la última etapa cuando sufrió un derrame a consecuencia del cáncer cerebral empezó a delirar un poco y un día le pregunté quién era yo. “Eres mi biógrafo”, me dijo y eso me encantó. También me hubiera gustado que lo leyera Edgardo Rivera Martínez.

– Es que es de la dimensión de “País de Jauja”
Exactamente y es una relectura de Edgardo, Miguel Gutiérrez y Mario. En un momento me encontré escribiendo una novela peruana. He pensado mucho en Gutiérrez porque escribió “La violencia del tiempo”, una novela de 1100 páginas en diez años. He pensado en esos hombres locos capaces de sostener una novela durante una década, necesitas desplazar la gratificación inmediata. Una novela se hace con millones de likes no recibidos, se hace sin postear tanto, sino recogiéndote, dejando de ir a ferias, dejando de editar y dejando de dar entrevistas porque estás trabajando en algo silenciosamente. Sabía que esto vendría con haters, rabia y mezquindades. Iba a pasar de todos modos.
– ¿Cómo has tomado las críticas a este libro?
He aprendido a lidiar con eso. Es parte del trabajo en el sentido que una novela es una invitación a una discusión. Lo más complicado sería que no hubiese una respuesta.
– El libro vuelve a presentarse en un mes en el que usualmente terminamos asfixiados por chauvinismo y desentendidos de temas realmente cruciales. “El principio del mundo” tiene como eje la educación y muestra que en nuestro país el mejor programa educativo ha sido la formación de ciudadanos racistas.
Yo salí del Perú muy emputecido con el tema racial y colonial. Yo miré al país amargamente desde Colorado leyendo a Arguedas, Gutiérrez y Garcilaso. Salí de la pesadilla y vi el tema racial norteamericano que es bestial, pero me di cuenta de la especificidad de nuestro país. Al inicio yo solo tenía la historia de una profesora y su alumno e intuitivamente me fui dando cuenta que era una novela sobre la educación que traía temas como la autopercepción y el racial. Había leído a Toni Morrison, Chimamanda, y Zadie Smith, mujeres de la literatura anglo afroamericana y afroinglesa que ponen a la raza como un tema central. Me di cuenta que estaba escribiendo una novela en la que la raza y la educación estaban en el centro, dos temas nacionales que se unen en una frase que es “La educación blanquea”. Muchos peruanos entienden a la educación como un mecanismo para progresar.
– ¿En qué momento sentiste que tú te habías blanqueado?
Creo que fue un mandato que recibí como bastantes peruanos. Mientras más te vas blanqueando tu situación es más estable, pero como es una especie de construcción gaseosa apenas te cholean todo lo que has construido se puede ir a la mierda. La gente vive obsesionada por eso. En mi caso, he estado bajo el mandato de mejorar la raza, salir del barrio, cambiar las señas. He vivido así un tiempo, pero ese modelo colapsa en algún momento. No trae bienestar.

– ¿Qué viene luego de ese colapso, a dónde se apunta?
Es curioso lo que pasa con la literatura porque en un sentido te blanquea. Publicar en Alfaguara ahora te blanquea un poco, pero como he ido hondo con el trabajo he terminado haciendo el camino de vuelta, desmontando el mandato. Eso es lo que hace el personaje de mi novela. La historia empieza no cuando va a viajar a Estados Unidos, sino cuando regresa porque el modelo colapsó, vuelve a Lima y entra a un trabajo hacia el pasado para ver en qué momento se jodió la psique que es una forma diferente de decir en qué momento se jodió el Perú o me jodió el mandato peruano. El Perú entra en la novela por el colegio y el racismo, pero también por la madre. No es la culpable de todo, pero el machismo y el racismo es transmitido por ella.
– Semanas atrás conversaba con Katya Adaui sobre Vargas Llosa como el padre de la literatura peruana. Ella resaltó la necesidad de también mencionar a la madre o madres de nuestras letras. ¿Quiénes dirías que son las narradoras que pueden ostentar ese título?
Hay muchos padres y lo que hay son madres poetas. Tienes a Laura Riesco porque escribió una novela, pero no una obra tan extensa como Vargas Llosa o Gutiérrez. Quizás en este momento la madre sea Carmen Ollé y las poetas que estuvieron alrededor de Blanca Varela. Quizás Blanca sea la madre. Es curioso que la novela haya sido un territorio tomado por los hombres, pero Katya ha entrado a la novela, Karina Pacheco tiene una obra constante, quizás ella se convierte en la madre de la literatura peruana. ¿Gabriela Wiener, no? Las escrituras de estos primeros nombres tienen una garantía, son constantes y viajan hacia sus propios asuntos con sus propios medios de expresión. Las próximas generaciones verán a mujeres con obras.
– A Gabriela Wiener le escuché un comentario que me llamó mucho la atención. Decía que si a las escritoras les está sirviendo abordar el feminismo en sus textos, habrá que seguir mientras rinda literaria y económicamente. ¿Pasa lo mismo contigo con relación a los temas que abordas?
Lo que pasa es que Gabi tiene una posición política más evidente porque es cierto que el sujeto femenino ha estado fuera del juego y ha entrado con una potencia y urgencia más fuerte que la de los hombres. Cuando publiqué mi primera novela, mi amigo Peter Elmore decía que los hombres escribían sobre que no pueden escribir, pero las mujeres vienen porque las están violando. Las mujeres han pasado mucho más tiempo en silencio y cuando han llegado a tener el discurso con ellas para entrar al cuento y la novela lo han hecho con una fuerza brutal. Para mí uno de los grandes descubrimientos literarios es haber devorado las voces de las mujeres leyéndolas con fascinación.

– ¿Por qué cosas has tenido que luchar en el mundo literario?¿Se ha racializado tu obra?
Hay pequeños asuntos de lectura, quizás. Sí te diría que he luchado por escribir una novela chola de San Luis de 970 páginas en la que el personaje hace cosas de blanco. Eso no todo el mundo lo recibe bien, pero no es tan bestial como para que lo denuncie. He notado que a algunos lectores y críticos les es complicado que un sujeto subalterno tome la palabra y haga cosas con total libertad que otros novelistas blancos han hecho. Esperan un subalterno que se politice, senderice o arroje piedras, pero que no se meta al juego de ellos, ni que lo haga tan bien como ellos o hasta más. Hay dos momentos importantes que han aparecido en estos últimos días de lectura. Uno es el episodio cuando Arguedas va al colegio San Luis Gonzaga de Ica y le bromean por sus buenas notas que no tenían mayor importancia porque eran las de un serrano. Nunca hubo tantos veintes en el San Luis Gonzaga porque era mi deber de serrano, dijo Arguedas. Otra es una carta de Naipaul, un escritor importantísimo para mí porque compartimos el trauma de la beca. Él le escribe a su padre diciendo que le demostrará a “estos”, refiriéndose a los blancos de Inglaterra, que él puede jugar sus reglas y hacerlo mejor que ellos en su idioma. Esas cosas me activaron porque hay una lucha por representar.
– ¿Y te mantienen activo?
Sin duda, para bien esta vez. Agradezco a los escritores porque han hecho su parte desde el lugar en el que están en el nudo colonial. En “La noche es virgen” de Jaime Bayly hay un personaje que se queja de que hay muchos brownies en Miraflores. Recuerdo haber pensado qué hace o qué dice un brownie en Miraflores y eso es básicamente “Punto de fuga”, mi primer libro de cuentos. Algunas de las páginas que más han celebrado de “El principio del mundo”, incluso los detractores, son las que narran a la madre del protagonista en las diferentes casas como niñera. De pronto esas casas que han estado en casas de Bryce y Bayly se vuelven a visitar desde el punto de vista de la nana. Eso me parece subversivo y bacán, que no niega esa otra literatura. Por esa literatura se activó mi imaginación. En algún momento he pensado que era el hijo de la nana de Julius quien estaba escribiendo esta novela. El lector que habita la casa de la literatura peruana encuentra cada vez más voces que complementan la visión social.
– ¿Qué espacio tienen las voces que van más allá del realismo en esa casa? Me pongo a pensar en la literatura fantástica.
Entramos a un terreno bien peligroso porque las literaturas también son un marco de referencia de lecturas. Todos nos formamos leyendo Valdelomar, Ribeyro, Arguedas y el “Paco Yunque” de Vallejo.

– No la poesía de César Vallejo, sino ese cuento en particular.
Exactamente y es muy realista. Cuando leo las entrevistas de Samanta Schweblin o Mariana Enríquez veo que desde que arrancan están leyendo a Borges, Cortázar y Bioy Casares. Están en el extrañamiento. La literatura peruana tiene una fuerza realista que diría que viene desde Garcilaso y Guamán Poma, con la denuncia ante la brecha tan bestial. Hay voces que se están acercando a lo fantástico, pero no son demasiadas. Esta novela para mí ha abierto una veta no necesariamente fantástica, pero sí real maravillosa o espiritual, un aspecto que mi literatura no tenía antes y eso es influencia de Toni Morrison. Aquí hay una mujer que prende velas, una abuela que puede reaparecer, hay un código de lectura que podría llevarte por la literatura de los espiritual.
– “El principio del mundo” nos confirma que con la anterior novela no lo habías contado todo. ¿Qué ha quedado por contar luego de 970 páginas?
Una de las satisfacciones de haber terminado esta novela es pensar en el tiempo que tendré para al fin escribir las otras que tengo en mente. La falta de ideas no va a ser mi tema. No quiero volver a escribir una novela de la extensión de esta nunca más en mi vida porque es agotador. Tengo todavía muchas cosas que contar, entre esas los últimos diez años de los que ya estoy escribiendo, de hecho.
– ¿Me contarás un poco?
Cuando empecé “El principio del mundo” escribí notas personales por pedidos periodísticos, pero nunca he escrito sobre mí. Nunca he escrito sobre mi mamá, mi papá o mi hijo, pero he ido desarrollando esa escritura con el paso del tiempo, publiqué en revistas sobre la vida doméstica, sobre estos últimos años y por ahí han ido floreciendo. Creo que será no ficción. Estoy casi seguro. Quiero escribir una autobiografía musical en no ficción porque la experiencia de “Cuba Stone” a mí me encantó, hablé de mi barrio e infancia a partir de los The Rolling Stones. Me gustaría hacer lo mismo con Susana Baca, Caetano Veloso y Los prisioneros. Tengo clarísima la lista.

– Más de uno se pregunta (nos preguntamos) de qué vive alguien para tener la oportunidad de sentarse a escribir.
Es una de las cosas que más admiro de las escrituras constantes. Henry Miller decía que el 70% del trabajo de un escritor es conseguir el tiempo. Yo sí sé lo que cuesta conseguir el tiempo para escribir. Mariana y yo somos dos creadores con ingresos inconstantes, que nos apoyamos mutuamente para sostener una cosa llamada casa y la educación de nuestros hijos con ingresos fluidos del teatro y la literatura. Mariana y yo somos talleristas y, a la vez, he tenido la suerte de recibir ingresos por mis libros. Diría que se necesitan tres horas para escribir. Cuando escribo el magma de mis textos a la tercera hora no doy más, me siento de 9:00 a.m. a 12:00 p.m. y luego a trabajar y leer. He encontrado la forma de vivir en literatura, de mi literatura y de la literatura de otros.
– Has abrazado la disciplina de Vargas Llosa.
Escribo en las mañanas siempre y dicto clases por las noches. Me pierdo muchas presentaciones de libros de amigos y colegas porque estoy dictando clases. Mi trabajo remunerativo es en las noches y es una maravilla porque es releer a Tolstoi, Proust, Morrison y lo que me provoca luego de animar a un grupo de gente para formar los talleres de lectura, escritura y contra el bloqueo. Los ingresos siempre son fluctuantes que se modifican en función de los gastos. Mariana y yo nos vamos ayudando y trabajamos por el proceso creativo del otro. A veces dicto más cuando le toca estrenar una obra o ella se hace cargo cuando a mí me gustaría escribir. De eso también me gustaría escribir. El trabajo es cómo ayudarnos para ambos criar y crear.